jueves, 12 de marzo de 2015

El origen del mito del vampiro


Según una tradición hebrea, Lilith fué la primera esposa de Adán. Expulsada del Edén porque rechazó asumir una posición sexual subordinada a los caprichos de su hombre, Lilith fué convertida en un monstruo terrible; nocturno. Mantuvo relaciones con animales; y en algunas versiones de la leyenda, llegó a devorar a sus propios hijos en violentos raptos de canibalismo. 

Ella es la madre de los terrores nocturnos conocidos como vampiros.

El mito hebreo de Lilith anticipa muchas características del vampiro medieval, cuya naturaleza ha sido deformada por el romanticismo de los novelistas y trovadores narrativos.

La concepción del vampiro en la Edad Media no tenía nada de seductora. El vampiro era considerado como un ser diabólico conformado por el odio más abyecto, y su aspecto se ajustaba perfectamente a sus intenciones maliciosas, aunque por entonces la sangre era apenas uno de sus manjares predilectos.

De hecho, la primera mención de un vampiro con colmillos proviene de la literatura: Varney, el vampiro o el festín de sangre (Varney the Vampire or The Feast of Blood, 1840), atribuído alternativamente a James Malcolm Rymer y Thomas Preskett Prest, autor de Sweeney Todd.
La creencia en distintas razas de vampiros se extendió por todo el mundo desde la más remota antiguedad, pero fue en Europa Oriental dónde la leyenda adquiere sus rasgos característicos; extendiéndose luego por todo el continente. La razón de esta proliferación tal vez tenga que ver con oscuros paralelismos entre la leyenda vampírica y la misa cristiana.
Con el cristianismo ya instalado en Europa y con sus ritos practicados mecánicamente por un pueblo todavía ligado a las viejas tradiciones paganas, la idea del vampiro como ser real y tangible se hizo tan popular que el credo tuvo que adoptar a esta criatura nocturna como uno de sus enemigos acérrimos. En este punto la tradición de los vampiros pierde mucho de su pureza. En los procesos judiciales de la época se entremezclan las acusaciones sobre vampirismo, satanismo y brujería como si fuesen frutos de un mismo árbol.

La figura del vampiro era especialmente temida por representar el extremo opuesto del cristianismo. En las iglesias y templos cristianos se practica una especie de canibalismo ritual al beber la sangre y comer el cuerpo de Jesús cuyo propósito es comulgar con Dios. En cambio, los vampiros consumen la sangre y la carne de los vivos agitados por un instinto satánico y animal. 

Los vampiros son, en definitiva, la antítesis del espíritu. Representan la liberación de los instintos reprimidos por el hombre y censurados por la sociedad. Por eso fueron perseguidos con tanta determinación, y tal vez por ello despierten raras pasiones secretas.
Es entonces el cristianismo quién transforma y le da nueva fuerza al mito de los vampiros. En cierta forma, el origen de los vampiros tal como los conocemos se desprende directamente del cristianismo.

Las tradiciones antiguas no siempre hablan del vampiro como un ser que regresa de la tumba, sino más bien como un zombie gobernado por instintos primordiales. Recién con la llegada de los vampiros a la literatura se los asoció con la seducción y la inmortalidad, pero nuevamente de forma inversa a lo que proponen las religiones.

Si la vida eterna se cincuscribe a las tinieblas deja de ser una bendición y se convierte en una condena, una maldición que podemos intuir en cada uno de sus actos.



Fuente:http://elespejogotico.blogspot.com.es/2007/10/vampiros-el-origen-de-la-leyenda.html

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